Mayanimacana

Porque las palabras no son suficientes
para expresar lo que siente el corazón...

Tenía poco tiempo pero necesitaba agua nueva.

Encontró esos zapatos viejos que tanto le gustaban, tan llenos de polvo y humedad como de recuerdos. Decidió deshacerse de ellos, ya no los usaría. Buscó en la memoria y encontró un dolor que ya no le servía, también se deshizo. Los dolores no deben guardase mucho tiempo porque se petrifican. En la heladera encontró el arroz que había hecho para compartir, lo tiró por falta de compañía. Se hizo un café instantáneo, encendió un sahumerio que la llevaría hasta su mundito y se sentó a ver su correo. No, ya no respondería este mail, al fin y al cabo, ya ni conocía a esa persona, había pasado tanto. Lo borró y se despidió para siempre. Fue a su escritorio, ya no necesitaba esos libros.. suena el teléfono... su amigo... él no tira, a él le arrebatan las cosas, los recuerdos, los días. Hay ciertas cosas que pasan porque necesitamos que nos sacudan para que reaccionemos, dice, el tema es descubrir en qué hay que reaccionar. Todo pasa por algo, dice. Todo pasa por algo? Se queda pensando. Y entonces se encuentra con esos pensamientos que ya hace meses y meses que la persiguen... Son varios que forman uno solo. No somos pensamientos, somos sentimientos, dicen y se contradicen. Se levantó y fue al baño. Tiró el cepillo de dientes viejo y el shampoo con un restito y la esponja gastada. Se miró en el espejo, se dio cuenta que hacía mucho que no se observaba. Revolvió y revolvió y por fin encontró y tiró ese modelo de mujer que ya nunca sería, que ya no quería ser. Salió al patio, había plantas que ya tampoco querían ser. Hacía calor, el aire parecía aplastar sofocando. Tenía algo clavado, se miró pero no lo pudo sacar. Entró para acercarse a una lámpara. En ese momento entró una brisa suave por la ventana, el aire cambió, el día respiró. Ella también, pero aún tenía algo clavado. Buscó y buscó algo que la ayudara pero seguía clavado. Encontró una cinta vieja con música que ya no escuchaba, ya no le pertenecía; también halló unos cigarrillos que guardaba por las dudas, por si le daban ganas, pero ya no fumaba; y una foto de su primer bicicleta, ya no la quería. Se deshizo de la cinta, de los cigarrillos y de la foto... pero había algo con lo que el tiempo no podía y seguía ahí, clavado...

Yo digo que el tiempo borra la huella de una mirada,
mi zamba dice: no hay huella que dure más en el alma.*

y siempre seguirá con su mirada clavada.

*Jorge Drexler, Zamba del olvido.

Ando con ganas de un buen libro.
Ando con ganas de tener ganas de leerlo.

Pero no encuentro...